miércoles, 8 de febrero de 2012

Una colección de fotografías de relojes de uso público en Zaragoza







¿Qué hora es?










Jesús Monreal hace fotos, muchísimas fotos. Pero no las hace por hacer, sin más ni más, sino que él está interesado en diferentes temas y las fotos son el material de estudio que utiliza. Hace un tiempo, tuvimos ocasión de comentar en Procoleccionismo su colección de fotografías de estatuas que se encuentran en las calles y plazas de Zaragoza. Ahora, os queremos presentar las fotos de los relojes de uso público que se encuentran tanto en el interior de algunos edificios, como en la vía pública.

Nos cuenta Jesús que empezó fotografiando los relojes que encontraba por el centro de la ciudad, en las iglesias, mercados, edificios públicos, etc. sin una idea muy precisa, hasta que poco a poco fue dándose cuenta de que constituían un tema muy interesante. Además, tuvo la suerte de, gracias a un amigo, poder ponerse en contacto con una de las principales relojerías de Zaragoza, donde amablemente le facilitaron una relación de todos los relojes de los que ellos son responsables del mantenimiento (unos 200), y le dieron información sobre dónde podía encontrarlos, lo que le resultó de gran ayuda, ya que le permitió localizarlos.

En este recorrido por su ciudad, ha captado imágenes de relojes tan diferentes como de la torre de la Catedral de la Seo (nº 1), con sus figuras mitológicas acompañando al dios Chronos; el de la fachada del Ayuntamiento de la ciudad (nº 6), con una sonería tomada pensada en la del Big Ben londinense; el de las famosas bodegas Almau (nº 8), que se encuentra en el centro del famoso Tubo zaragozano; el de la fachada de la iglesia de San Fernando nº 5) situada dentro de un cuartel del Centro Regional de Mando y que presenta la particularidad de que luce un reloj tradicional en una de sus torres (con esfera y saetas) y un reloj de sol en la torre del lado. También os mostramos, entre otros, el de la sacristía de la Virgen del Pilar nº 4), en el interior de la basílica del Pilar, que avisa a los fieles de todas las horas y cuartos, rompiendo el silencio de las naves; el de la antigua relojería Aladrén (nº 7) en la calle Alfonso I, reconvertida en la actualidad en el Gran Café; el del edificio neomudéjar de Correos de la calle Independencia (nº 3) y el de la entrada principal del Mercado Central (nº 10).

Pero, ¿dónde suelen colocarse los relojes que se encuentran en la vía pública? y ¿desde cuándo se instalaron?

No se puede precisar con exactitud dónde y cuándo fue instalado el primer reloj público en un centro urbano. Volviendo la vista atrás en el tiempo, hay que recordar que en la Europa medieval la vida cotidiana de pueblos y ciudades se regía casi siempre siguiendo las pautas establecidas por las iglesias y monasterios. Las campanas sonaban para indicar las horas canónicas (prima, tercia, vísperas...) que marcaban las horas de rezo, trabajo y reposo a los monjes, pero también regulaban la vida social de la comunidad laica que tenían en torno suyo. No es de extrañar que los primeros relojes se colocaran en iglesias, monasterios y catedrales, pues era allí donde la medida del tiempo era más imperiosa, ya que todas las actividades se desarrollaban a horas precisas. Se considera que el primer reloj mecánico que se instaló en el exterior, y que estaba dotado de sonido metálico imitando el toque de campanas, fue el que se colocó a finales del siglo XIII en Westminster Hall, en Londres. Durante todo el siglo XIV se popularizó la instalación de estos relojes en Francia, Alemania, Italia... De 1.328 data el reloj de pesas de la iglesia de San Gotardo en Milán y de 1.344 el que se instaló en Pádova, aunque quizás uno de los que causó más asombro fue el que se hizo para la catedral de Estrasburgo en 1352, un reloj con carrillón que tenía unas figuras alegóricas. En el año 1353 se inauguró el de Aviñón.

Simultaneamente, y sobre todo posteriormente, también se construyeron torres y atalayas destinadas específicamente a acoger el reloj de la ciudad, compitiendo con los campanarios de las iglesias. En 1370 Carlos V de Francia hizo construir el primer reloj público en París, en la torre del Palacio de la Cité, obra de Henri de Vic. En Nimes, en 1410, se hizo construir expresamente una torre para el reloj. Y la aparición de grandes edificios de arquitectura civil, destinados a regir la vida de la ciudad, incorporó el reloj como un elemento ornamental más. En Zaragoza, el Concejo de la ciudad mandó construir entre 1504 y 1512 una torre para albergar el reloj público. El resultado fue una preciosa torre mudéjar de 80 metros de altura, llamada la Torre Nueva, que se derribó el año 1892, quizás, entre otras razones, por el hecho de que su estructura presentaba una inclinación desde que se erigió, y no pudo corregirse el defecto a pesar de varios intentos. En otras torres mudéjares también fueron colocados relojes, pero se han ido retirando durante las obras de consolidación y mantenimiento de dichas torres.
Nos cuenta Jesús que al principio eran los herreros los encargados de construir los relojes, claro está, aquellos que tenían ciertos conocimientos. También eran los responsables del mantenimiento de los mecanismos. Algunos de los nombres que nuestro coleccionista ha encontrado entre las piezas examinadas son: Pablo Pitschel, de Zaragoza, como Relojes Paláso, los de F. Ferré y Manufacturas Blasco de Roquetas, industriales ya desaparecidos desde hace tiempo.

Un reloj público embellece un lugar y presta un servicio. Lucen con todo su esplendedor en estaciones de tren, mercados centrales, ayuntamientos, edificios de Correos, establecimientos comerciales... Y son una referencia estupenda para fijar una cita "allí, debajo del reloj de la calle X": así no se puede fallar de lugar ni de hora.




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