miércoles, 14 de marzo de 2012

Una colección de imágenes de faros del siglo XX



La LUZ que guía

Alberto Granados Palacios heredó una colección de imágenes de faros. La historia es esta: una tía abuela suya (hermana de su abuela) estuvo casada con un farero, coleccionista de faros, y esta señora dispuso que cuando ella muriera, la colección que había pertenecido a su marido pasara a Alberto. Parece ser que una de las razones por las que lo eligió a él como heredero de la colección, fue el hecho de que desde los nueve años ya coleccionaba sellos y postales, y, debió pensar su tía que tenía madera de coleccionista y sería cuidadoso con lo que se le daba.
Alberto, a pesar de los años pasados, sigue sin considerar la colección como algo personal, pues tiene claro que es la colección que hizo su tío, por lo que nos referiremos a él como el coleccionista.
Así, pues, os presentamos a nuestro coleccionista. El se llamaba José David (y Alberto nos confiesa que no ha sabido nunca si se trataba de un nombre compuesto o de un nombre y apellido). Estaba casado, como hemos comentado, con una tía de Alberto, que se llamaba Camila. José David fue durante muchos años farero en Estepona (Málaga) y consiguió reunir una magnífica colección de imágenes de faros escribiéndose con fareros de todo el mundo, con los que intercambiaba fotografías y postales. Como no existía internet y no había correo electrónico, además de los faros reunió una buena colección de sellos de Correos.
Parece ser que José David era un hombre de mucha personalidad. Era masón, con fama de buena persona y muy respetuoso con las ideas religiosas de todo el mundo, incluida su mujer. Contaban de él que, para que Camila pudiera ir a comulgar a la iglesia los primeros viernes de mes, él alquilaba un coche de caballos que pasaba a buscarla por el faro y la acompañaba al pueblo. Todo un detalle para la economía de un farero.
Una de las anécdotas que se cuenta de José David, y que ilustran su manera de ser, es la que refiere como, en una ocasión, poco antes de estallar la guerra civil, se celebraba la festividad de Corpus Christi y, se dio el caso de que el párroco pidió a los varones que estaban en la iglesia que cogieran los varales del palio para sacar la custodia en procesión, pero en aquél clima de violencia ideológica que se vivía, nadie se prestó a hacerlo. Al ver que nadie le echaba una mano al sacerdote, José David salió y cogió el varal. A continuación, otros hombres siguieron su ejemplo e hicieron lo mismo y la procesión pudo salir. Un gesto que bien pudo salvarle la vida en los acontecimientos que sucedieron posteriormente.
José David murió en 1943. Camila, su mujer, lo hizo en 1973, que fue cuando Alberto recibió la colección. Constaba de sellos, postales y monedas, aunque lo mejor de lo que había reunido se vendió durante la enfermedad de José David, y sirvió para comprar medicamentos de estraperlo. Por cierto, Alberto ha escrito un relato titulado "Disparates" en el que se ha inspirado en la vida de sus tíos. Actualmente, la colección está clasificada y bien guardada en sobres, pero no piensa en incrementarla. Uno de los motivos por los que no lo quiere hacer es porque no es muy dado a acumular cosas y, por otro lado, la colección está bien definida, forman parte de las vivencias de hombre y de su época, añadir algo más no sería la misma colección.
Recordemos que la historia de los faros se remonta muy lejos en el tiempo. Nacieron, como todos los inventos, no por arte de magia sino como una evolución de algo que ya se utilizaba. Desde los inicios de la navegación, los hombres que estaban en el mar buscaban en tierra firme algún accidente natural que les ayudara a reconocer dónde se encontraban, a orientarse.
Bien podía ser un cabo, una ensenada, un monte. Pero eso era una ayuda durante el día, pero no por la noche. Entonces pensaron en recurrir a señales artificiales: una hoguera permetiría tener una referencia. Y para mejorar su visibilidad, se hicieron en sitios elevados, para que se vieran bien. Muchas veces, a falta de una elevación del terreno se tuvo que construir una estructura especial que sirviera de base a la hoguera. Y también se pensó en hacer algo para preservar la fogata cuando había temporales (que era cuando más se necesitaban) y la lluvia y el viento acababan con las llamas. Y luego llegó la construcción de sólidas estructuras artificiales con superficies que reflejaban y amplificaban la luz, que se hacía visible a gran distancia.
Entre los faros míticos hay que recordar el faro de Alejandría, construido en la desembocadura del Nilo bajo el reinado de Ptolomeo II y por le ingeniero Sistrato de Cnido. Y en España tenemos que nombrar la Torre de Hércules en La Coruña, al que se le atribuyen unos 2000 años de antigüedad.
Pero, para no alejarnos de la colección, nos quedaremos en el faro de Estepona, donde trabajó José David, nuestro coleccionista como farero. Este faro, llamado de Punta Doncella, presta servicio en el tráfico aéreo y marítimo. Tiene una altura de 22 m. y desde 1918 emite señales de 1 + 2 destellos cada 15 segundos. Actualmente es autónomo, eléctrico y de encendido por célula fotoeléctrica. Tiene un alcance de 18 millas marítimas. Se empezó a construir entre 1861 y 1863 por el ingeniero Antonio Molina y en el año 1922 se edificó una nueva torre. Hay que señalar que el auge de los faros se produjo en la primera mitad del siglo XIX, que fue su auténtica edad de oro y en España el Primer Plan de Alumbrado Marítimo de la costa española data de 1947. Gracias a nuevas fuentes de energía y al uso de la lámpara de lentes de Agustín Fresnel, los faros no sólo se ven, sino que pueden identificarse gracias a los intervalos y colores de los haces de luz. Algunos están dotados de sirenas (de las que hacen ruido, no de las que cantan).
Además del avance en la tecnología de los faros, durante el siglo XIX se cuidó la formación de los fareros. En 1849 se creó la Escuela de Torreros de Faro y en 1851 se estableció la Reglamentación correspondiente. Había varias categorías dentro del oficio: torrero mayor, torrero primero, segundo y tercero. Para poder aspirar al cargo era importante mostrar habilidades de índole técnica (ser buen mecánico, electrecista, etc.) así como posee algunas condiciones personales especiales (resistencia física, capacidad para vivir solo...).
Cuando José David recibía con el correo alguna de aquellas fotos que le enviaba otro farero, poco podía imaginar que un día esas imágenes las compartiría con todos nosotros. Esto ha sido posible gracias a Alberto Granados, el actual poseedor de la colección. Por cierto, os recomendamos visitar su blog "albertogranados", para ver más faros y conocer sus escritos, comentarios sobre literatura y muchas otras cosas.


1 comentario:

Alberto Granados dijo...

Gracias por contar la historia de esta colección que, creo, debe de ser única o casi.
Si tus lectores quieren ver más, aquí pongo el enlace de mi post:
http://albertogranados.wordpress.com/2011/10/17/faros/

Saludos desde Granada,

Alberto Granados